D.E.P.
Hoy hemos amanecido con la noticia. Jaime Campmany ha fallecido a la edad de 80 años. Nos deleitó hasta el último momento con sus brillantes columnas en ABC. La cultura, el sentido del humor y una elegante ironía siempre adornaban sus artículos.
A continuación, sirva como homenaje su penúltimo trabajo para ABC, publicado el Domingo 12 de junio de 2005. Por si alguien se quiere dar por aludido...
Lo mejor que puede hacer Zapatero es dejar de ofrecer la negociación a la banda etarra. Ya se ve muy claro que los terroristas responden con bombas a las ofertas de paz. No quieren paz en España mientras el Estado les niegue lo que no puede entregarles: la descuartización de la unidad, el destrozo del mapa. Los terroristas quieren una paz herida, constantemente herida, para demostrar que pueden matarla tan pronto como se lo propongan. Las ofertas de diálogo y negociación siempre les han proporcionado un resuello para rehacerse en situaciones de cercana derrota. Y si ahora tiran sin matar es porque creen que, al día de hoy, el terrorismo de matanza «no es negocio», resulta perjudicial para «la causa».
Pues que Zapatero se calle, que no ofrezca a los terroristas unas conversaciones que no desean y a las cuales responden con bombas y granadas, y que les mande a los guardias, tan armados como ellos, que descubra y persiga las extorsiones que los financian y que no siga pidiendo la «voluntad de abandonar las armas». Ya se las quitarán en la cárcel o las entregarán ellos cuando se convenzan de que sólo les sirven para matar sin provecho.
Ahí tienen ustedes al presidente del Gobierno de una nación combatida por el terrorismo, abrumada por una gigante pirámide de mil muertos, con un empresariado esquilmado por el «impuesto revolucionario» y soportando un constante chantaje sobre las fuerzas políticas. Pues se dirige a la banda de los asesinos y les habla como un predicador dispuesto a perdonar sus graves pecados si prometen no pecar más. Cuando un oscuro y terrorífico atentado terrorista hizo posible la irresistible ascensión de Zapatero a la presidencia del Gobierno de España, la banda etarra atravesaba por el momento más difícil de toda su historia. No era un optimismo exagerado imaginar el final cercano de la banda y la derrota total y definitiva de sus dirigentes y de sus integrantes.
Algo más de un año después, vemos al jefe del Gobierno desconcertar a las víctimas del terrorismo, dividir a sus asociaciones, estimular la politización de su dolor, ponerlas bajo la falsa protección de un Comisionado que tiene la misión de pastorearlas para que aplaudan la negociación mendicante del Gobierno en vez de escuchar su clamor y encauzar la justicia que exigen. Las matemáticas del terror son elocuentes, aunque afortunadamente y por ahora no tengamos que enterrar nuevos muertos: dieciséis atentados en lo que va de año, o sea, en menos de seis meses. Dieciséis veces que la banda etarra ha respondido a Zapatero que no deja las armas, sino que las usa, para que compruebe que puede emplearlas en cualquier momento.
Que se calle ya Zapatero con esa monserga de una negociación que nadie quiere, ni víctimas ni verdugos. Cuando otros gobiernos, socialistas o no, han intentado las conversaciones de paz, los negociadores del Estado no han acudido a esa mesa habiendo enseñado sus cartas y habiendo rendido sus armas. Cállese, hombre, cállese.