Cuando un estado corre el riesgo de caer en bancarrota, nos acordamos de Argentina. En los últimos meses se oye la palabra argentinización, aplicada al fenómeno que podría darse en España si seguimos por este camino. Cuando quiebra una empresa, los principales afectados son los propietarios, los accionistas, pero ¿qué pasaría si quebrara el Estado?... ¡si los accionistas somos todos!
Lo que ocurrió en Argentina ante todo fue una crisis de confianza. Nadie se fiaba de nadie y la economía así no puede funcionar, empezando por el sector financiero el cual basa su existencia precisamente en la confianza.
España tiene dos problemas: que (1) ya somos demasiados los que desconfiamos del gobierno y (2) que éste, lejos de dejar que sea el sector privado el que tire del carro, quiere ser el protagonista, quiere tomar las riendas, quiere ponerse las medallas propias de quien es capaz de sacarnos de una crisis.
El resultado de tan elevadas y osadas pretensiones lo estamos viendo ya. El Estado nos pide dinero para sufragar su déficit. Como hay más gastos que ingresos, nos han subido el IRPF en 2010 a la mayoría de los trabajadores y en julio nos suben el IVA a todos los consumidores.
La mayoría de las empresas, que son las que crean empleo, son pequeñas y en este último año están pasando por dificultades. Como no se vende, muchas estarán estrujándose los sesos para ver en qué medida son capaces de bajar los precios para ganar clientes sin perder dinero. Pero, sorpresa, ahora llega el gobierno y les obliga a subirlos y esa subida, que no es otra que la que supone el IVA, no se la van a quedar ellos sino que la van a tener que ingresar en Hacienda.
Entramos aquí en una peligrosa espiral. Cierto es que la subida del IVA no es exagerada (estaríamos buenos) pero el detalle ahí queda y es muy probable que sea la puntilla para algunas empresas. Zapatero ha dicho que necesita la ayuda de todos para mantener las políticas sociales, para ayudar a los más débiles. El problema es que con estas políticas, llamémoslas de represión económica, cada vez habrá más débiles y, por tanto, cada vez el Estado nos pedirá más dinero para ayudarles. Si la citada espiral entra en funcionamiento, llegaremos a un punto en que lo público será más grande que lo privado y que los débiles serán mayoría. Antes de que ocurra eso, cundirá el pánico, imperará el “sálvese quien pueda”, nadie se fiará de nadie y todo el mundo sabrá qué es la argentinización.
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