Le preguntaban el otro día a Carrascal por la crisis que
está atravesando España y decía que le parecía algo lógico porque lo que no era
normal desde que tenemos euros en el bolsillo es que un españolito fuera de
compras a Nueva York y le pareciera todo barato.
Detrás de esta reflexión hay mucho contenido y efectivamente
explica el proceso en el que estamos inmersos. España entró en el euro junto a
países muchos más competitivos y mucho más productivos, como Alemania, Holanda
o Francia. Los primeros años fueron duros pero llevaderos gracias a ese
inevitable efecto psicológico mediante el que inconscientemente aceptábamos
comprar cosas de escaso valor un 66% más caras. Así, todo lo que valía 100
pesetas pasó a costar 1 euro (166 pesetas) y aunque nos quejábamos, lo
asumíamos. Sin embargo los sueldos nunca crecieron un 66% pero daba igual
porque había crédito, ese fantasma propio del capitalismo que siempre ha vivido
entre nosotros y que hoy nos pasa factura. En ese escenario, la economía de USA
devaluaba su moneda frente al euro para ser más competitiva.
Recuerdo hace años, cuando estaba la peseta, que hubo
momentos en que para conseguir un dólar necesitábamos casi 200 pesetas. Pues
bien, hasta hace muy poco, por 1 euro nos han llegado a dar 1,5 dólares.
Estamos ante un ejemplo extremo de tipos de cambio en el que si añadimos el
efecto psicológico de pensar que 1 euro es igual a 100 pesetas, nos encontramos
con un españolito de shopping en New York comprando por 10.000 pesetas cosas de
150 dólares (que antes de la llegada del euro costaban 30.000 pesetas).
La situación actual no es más que el ajuste racional de las
economías. Los mercados tienden a equilibrarse automáticamente. Si España no
tuviera Euros ya habría devaluado varias veces la peseta para ser competitiva y
con una peseta débil las compras en Nueva York serían caras porque, como es
lógico, USA es un país más potente que
España. Pero como no podemos devaluar porque nuestra moneda es común con otras
economías, nos toca llevar a cabo un proceso de devaluación interna.
La devaluación interna se traducirá inevitablemente en la
pérdida de poder adquisitivo de los españoles por otras vías distintas a la
devaluación de la moneda, esto es, bajada de salarios, subida de impuestos y
bajada de precios generalizada. Los salarios bajarán porque cada vez hay más
paro y, por tanto, cada vez habrá más personas dispuestas a trabajar por menos
dinero. Los impuestos subirán porque el país está endeudado, como muchos
españoles que tiraron de crédito, y necesita recursos para pagar una deuda que
cada vez es más cara de financiar. Y los precios bajarán por el descenso de la
demanda interna (cada vez estamos más tiesos) y para atraer dinero de fuera.
A ver si es verdad que bajan los precios. Por ejemplo, viajar en avión cada vez es más caro. Las low cost van de baratas pero te crujen como cualquier otra.
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