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domingo, 11 de diciembre de 2005

Incoherencias del Gobierno

a ver si se ponen de acuerdo...

Parece que hay discrepancias en el seno del gobierno. La noticia es divulgada desde los distintos medios de comunicación, incluidos los afines a Zapatero: Moratinos y Bono tienen opiniones encontradas en temas importantes. Pero no es el único caso en el que observamos que los ministros tienen diferentes maneras de afrontar la realidad:

En el asunto del trabajo, que es el que nos importa a la mayoría, parece claro que los trabajadores del sector privado y los funcionarios tienen diferentes destinos.

Por un lado está el ministro de trabajo, el Sr. Caldera, envuelto en todo tipo de rumores en cuanto a la posibilidad de ampliar la edad de jubilación y de flexibilizar el mercado de trabajo.

Por otro lado, el Sr. Sevilla, ministro de administraciones públicas, parece velar más por el interés de sus trabajadores, los funcionarios, en el sentido de establecer planes de prejubilación incentivada o de ajustar sus horarios para favorecer la conciliación familiar.

Hay quien señala que los funcionarios merecen mejor trato porque ganan menos. A mí, con todos mis respetos, me parece que afirmar que "ganan menos" es demasiado aventurado. En primer lugar, es cierto que los altos cargos ganan más en la empresa privada que en la pública pero no lo ocurre lo mismo en el caso empleados rasos, tramo en el que si nos vamos al sector privado vemos sueldo de miseria. En segundo lugar hay que tener en cuenta que, en general, los funcionarios trabajan menos horas al día y menos días al año. Si traducimos el salario bruto anual en salario por hora efectiva trabajada podemos llegar a otras conclusiones.

En ambos casos, políticas exterior y de trabajo, entiendo que debería existir coherencia y esto no depende de los ministros sino de su jefe que no es otro que el señor Zapatero. El problema es que este señor acostumbra a disfrazar las cosas a su antojo y lo que nos puede parecer incongruente a todas luces se torna en lógico en un santiamén, aderezado con palabras vacías de contenido como serenidad, talante y demás mamarrachadas que tenemos que oír cada dos por tres.


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