Si yo te vendo un esgorcio y por 100 euros y te prometo que
dentro de un año valdrá 110 euros, con pacto de recompra por mi parte, tú querrás
ese esgorcio. Los 110 euros yo no los voy a tener dentro de un año, los puedo
tener en pocos días, en cuanto consiga otro cliente que me pague 110 euros por
un esgorcio. Evidentemente a éste le tendré que prometer una rentabilidad
atractiva como hice contigo, lo que me llevará a la búsqueda de más clientes
para poder vender más esgorcios
prometiendo lo que sea.
Esta práctica es delictiva, se conoce como estafa piramidal
y por ello el gobierno cerró chiringuitos como Afinsa o Fórum Filatélico cuyos
esgorcios eran los sellos. De no haberlos cerrado, habrían caído ellos porque
todo tiene un límite. Pero el gobierno se apresuró consciente de que, según las
costumbres de nuestra cultura, los damnificados reclamarían lo que es suyo a
Papá Estado.
También hay un tinglado parecido montado con las obras de arte
donde es más difícil meter mano por la tontería que hay en ese mercado donde un
lienzo en blanco con un churrete amorfo en el centro puede llegar a costar una millonada. Y la de
dinero negro que se mueve ahí… Claro que los políticos son los primeros que
están metidos. De momento nadie hace nada. Laissez faire,
laissez passer.
Hablando de esgorcios, digo yo… ¿no ha ocurrido algo
parecido con los inmuebles? ¿no es delictivo lo que hicieron los bancos concediendo
préstamos a todo quisqui, haciendo que los pisos alcanzaran valores nada
acordes con el poder adquisitivo de los españolitos de a pie? Pues no, no debe
ser delito. No sólo la máxima autoridad, el banco de España, dejó a los bancos hacer
y deshacer sin control, sino que llegado el momento inevitable de la quiebra
del tinglado, va el gobierno y les rescata. Con el dinero de los sufridos contribuyentes.
Porque hay que recordar que “lo público no es de nadie”, ya lo dijo una
ministra. Sin apuntillar lo de “fin de la cita” pero lo dijo.
Por cierto, un esgorcio no existe. Ni falta que hace.
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