Llamazares tacha de “inaceptable” la decisión del Gobierno para sanear las cajas de ahorros. “Esto no es una nacionalización, es una privatización, con dinero público, pero una privatización”, apostilló…
No le falta razón. El PSOE no llama a las cosas por su nombre. Hace falta tener cara para hablar de una “nacionalización” de las cajas cuando el propósito es que éstas se reconviertan a bancos (empresas participadas por capital privado). Lo que pasa es que este gobierno nunca ha llamado las cosas por su nombre y, en este caso, hablar de “nacionalización” implica hacer política de izquierdas (con un estado que interviene para salvar a las cajas) mientras que halar de “privatización” supondría todo lo contrario (dejar en manos privadas el destino de estas ruinosas entidades financieras).
En cualquier caso, la acción del gobierno, la llamen como la llamen, pone de manifiesto la necesidad de que las cajas sean gestionadas de otra manera. Todos sabemos que los convenios colectivos de las cajas son mucho mejores que los de los bancos, hasta el punto de que casi podemos decir que los empleados de las cajas superan en sueldo a los de los bancos y en materia de beneficios extraeconómicos tienen muchas cosas en común con los funcionarios. Asimismo, la llamada “acción social” no deja de ser una pantomima y los beneficios que pudieran tener las cajas siempre tuvieron oscuros destinos. Todo ello se traduce en elevados costes y escasa eficiencia.
El tiempo, una vez más nos ha enseñado que la gestión privada es mucho más eficiente y eficaz que la gestión pública. El Gobierno parece saber que el destino de las cajas (gestión pública) pasa porque éstas se reconviertan a bancos (gestión privada). Unos dirán que lo hacen porque “les obligan desde fuera” y otros dirán que el PSOE ya no es ese partido de izquierdas que era. Yo, sinceramente, ni lo sé ni me importa.
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